El día en el que te
recomienden ejercicios para quererte y no para perder peso, podrás decir que
eres libre.
El día que a la única
persona que tengas que pedir permiso para desnudarte sea a ti misma, podrás ser
feliz.
Ese día, en el que podrás
comprarte un sujetador sin tener que elegir entre “sabemos que tienes la 85 y
por eso hemos creado un sujetador para aparentar que tienes una 100” y el
“tienes una 95, no está mal, pero aun puedes tener más”, podrás decir que te
vas de compras y no deprimirte.
El día en el que
depilarte sea una opción, dejaras de tener que soportar que interrumpan tu
serie favorita para que te vendan cuchillas.
El día que sea
compatible sacar dieces con que te guste el sexo, y es más, que disfrutes con
el sexo, entonces, te aceptaran como profesional.
El día en el que dejen
de escribir libros sobre modelos con anorexia, podrás disfrutar de la moda.
El día en el que una
fotografía de una chica en ropa interior deje de ser interpretada como
pornografía y si como amor propio, podremos brindar.
El día en el que los
anuncios de prostitutas dejen de estar en la ciudad, y las prostitutas en el
extrarradio, la prostitución será concebida como lo más natural del mundo
laboral: la compraventa de lo único que poseemos y la reapropiación de nuestros
cuerpos.
El día en el que no
compremos maquillaje para tapar nuestras cicatrices, habrán sanado.
Ese día, nos habremos
liberado. Hasta entonces, seremos el segundo sexo.
Las inadaptadas. Las
que no se respetan.
La “Donde está tu novio
y que dice sobre esto”.
La guarra a la que han
dado un par de hostias.
A la que han encontrado
muerta pero nunca fue asesinada.
Mientras tanto, serás
de todo menos TÚ.
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