Que siempre dejo mi casa pensando que esa noche no
dormiré ahí.
Reconociendo que la invitación no es la copa, sino
jugar un rato a ser animales.
Sin pretensiones, ni complicaciones, sin que me
hagan el desayuno y que me lo traigan para que se enfrié a la cama.
Debería ser más valiente y admitir que todavía juego
a ver quién me quiere esta noche, a sabiendas de que no habrá forma de que
vuelvas a ser tú.