Cuando era pequeña me imaginaba la vida como los cuentos que
mi madre, todas las noches me leía.
Un príncipe azul se iba a enamorar tan perdidamente de mí
como yo de él.
Nos iríamos en caballo a un castillo y comeríamos perdices.
Pero a medida que vas creciendo te vas dando cuenta que la
vida no es como los cuentos de hadas y que los príncipes azules, al final, se
acaban volviendo grises.