Eres despertarme a mitad de la noche y no pensar si
cerré con llave.
Eres querer trabajar y no ir al trabajo.
Eres la tranquilidad de no tener que fingir un
orgasmo, y en consecuencia, eres despertar el vecindario y que nos envidie todo
el barrio, que los pianos no llueven, porque los tenemos guardados en casa.
Ni aprietas, ni ahogas. Pero tampoco sueltas…
Eres la continua caricia que llama a mis musas, como
si mis costillas fueran un arpa.