lunes, 6 de enero de 2014

Toda una vida de recuerdos.

Sonara irónico, pero desde pequeña nunca me ha gustado las películas de princesas  y ahora de grande mucho menos.

Odio la fantasía y todo lo que esté relacionado con el mundo irreal.

Tampoco me gusta la navidad, y cada año la voy odiando más.
 Reuniones familiares quieras o no.

 Te hacen creer desde pequeña que la navidad es algo mágico, como un sueño.

Soñar, que palabra tan graciosa, oye.

 La gente me dice que ¿sino sueñas que eres?

 ¿Sino sueñas como consigues lo que quieres?

¿Sino sueñas como sabes hasta qué punto eres capaz de levantarte y ponerte a explicarle a medio mundo que los sueños no son tan buenos como parecen?

Mira es cierto que si no soñamos no somos nada.

Hoy en día, tomamos esa palabra como algo que es tan evidente que ocurrirá en la realidad como ocurre todas las noches en tu mente, y no.

Es una palabra muy fuerte. 
Es como todo en la vida, si te fumas un porro no pasa nada, pero si sigues con drogas más duras durante una década, al final tu cuerpo no aguantara más, más que tu cuerpo, tu mente es la que te hará sentirte puteado, jodido, o, todo lo contrario.

Pues soñar es igual, no te digo que no lo hagas, ni mucho menos, pero la gran mayoría se limita a quedarse en un sillón y a empezar a imaginarse cosas que le gustarían que pasasen.

Cuando lo haces cada puto día de tu vida, ¿sabes lo que estás perdiendo?

 No tiene ni punto de comparación hacer realidad lo que quieres  y que te salga como lo tenías pensado.

Luego viene esa gente y me dice: ¿quieres que arriesgue absolutamente todo por mi sueño y que me salga una partida perdida? 

¡No, lo siento, pero no pienso perder esto!

Perdona pero… ¿Sabes cómo se llama este juego? 

Se llama vida y a mi sinceramente me gustaría llegar a anciana y poder contarle a mis nietos todos los recuerdos que aun guardo en mi cabeza, las locuras y errores que hace una de joven, y que aún estoy cometiendo.