Y es que cada vez que le miraba a los ojos quedaba
hipnotizada por sus maravillosas pupilas.
Todos me decían que sus ojos eran marrones, no eran
profundos y no se veían nada en ellos, pero yo no.
Yo veía unos ojos marrones muy hermosos, que siempre
estaban brillando y eran tan profundos que casi parecía que podía leer sus
pensamientos tan positivos, hasta llegue a pensar que se había enamorado de mí,
tanto como yo de él…