Estoy aprendiendo a tomar decisiones relativamente
maduras sobre mis relaciones afectivas.
Debemos ser conscientes de que el modelo idílico de
relación amorosa es una utopía inalcanzable, y aunque fuese alcanzable, no
tiene por qué ser lo deseado.
Lo que le viene bien a una pareja, no tiene por qué
ser lo que me guste para la mía.
También me he dado cuenta de que debo reflexionar más
sobre mis actos y las consecuencias que pueden tener sobre mi círculo cerrado.
No vale ya con decir “no me apetece hablar/quedar”,
“estoy triste, déjame”.
Debemos cuidar nuestra relación con los demás, ya
sea amistad, paternal o amorosa.
Una planta no crece si la metes dentro de un armario
y esperas a que comprenda que meterla en el armario “es tu decisión”.
Es imposible costearse una relación sino estas
dispuesto a pensar que no eres el único que siente, que existe otra persona en
su casa que siente la necesidad de comunicarse contigo.
Preguntémosles a los demás como se sienten y en que
piensan en este momento de sus vidas y a qué dirección quieren caminar.
También vuelvo a adquirir conciencia sobre el
bienestar físico y la necesidad de dejar al cuerpo descansar en el ámbito
alimenticio.
Creo que es muy importante dedicarse a uno mismo dos
horas al día, darse cariño y hacerte lo que consigue que puedas continuar tu día.
Si te gusta tener las uñas perfectas, hazte la
manicura siempre que puedas.
Si ir a correr te hace reencontrarte contigo mismo,
ponte las zapatillas en este mismo momento y deja de ponerte tanta excusa, que
eso no viste a nadie.
No tenemos tanta prisa.
No está mal preocuparse por lo que te remueve el
alma.
Me gustan las cicatrices, los pelos, las venas, las
estrías y la inteligencia emocional.
Y también que cada vez que nos vemos, dejes señales
de tu paso por mí.