Te quiero. Así de sencillo.
Me has hecho mucho daño.
Me cogiste el corazón, lo tiraste al suelo y lo
pisoteaste.
Me arrancaste de cuajo mis sentimientos.
Me hiciste sentir idiota delante de mucha gente.
Me decías cosas que jamás me dijeron, cosas que
hacen daño.
Me utilizabas para luego olvidarme e irte con otra.
Llegaba un punto en el que yo me sentía culpable,
culpable de haberme dejado llevar por ti.
Me sentía inútil lejos de ti, y llena a tu lado.
Me besabas y me decías “te quiero”, pero solo duraba
una noche.
Me has hecho tanto llorar, que me siento vacía.
Me has hecho gritar y ya no puedo ni hablar.
Me he dado miles y miles de golpes, puñetazos y
patadas a la pared únicamente por alguien que ni siquiera se preocupa si existo
o no.
Me he preocupado por ti todas esas noches que de
repente desaparecías.
Muchas razones tengo para decirte “adiós”.
Pero no lo hice, no lo hago ni lo hare.
¿Por qué? Porque siento y sé, que en lo muy profundo
de tu corazón sigue habiendo un pedacito de mí desde un principio.
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