No sé cómo lo has hecho.
Esas marcas en mi pecho, me
refiero.
Lo de confesarme que odias al sistema casi tanto
como yo antes de invitarme a una cerveza.
O tres, digo.
Lo de conseguir hasta que los supervisores del tren
lloren cuando te quedas mirando cómo me marcho.
“Otros hijos de puta
enamorados” dirán.
Cuando me miras y ya me hablas, o cuando se lo que
quieres decir cuando te callas y suspiras.
O esas frases que no quieres terminar nunca y que continúas
a los minutos de mi respuesta.
Lo de cerrar los ojos cuando quieres ver lo guapa
que me pongo.
O que hagas de mi coraza, una flor seca en el lecho
de mi pasado.
No sé cómo lo haces, pero no dejes de hacerlo nunca.
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