La distancia no estaba en nuestros planes.
Ni el final
precipitado, en el comienzo, ni en aquellas ganas, colgadas, sin cobertura, que
nos llevan: nos devuelven, y nos preguntamos qué es lo que falló, si nosotros o
el mundo, que financió nuestros sueños con intereses.
Volamos un tiempo.
Conocimos la ciudad cogidos de la mano.
Cruzamos semáforos en rojo mientras nos besábamos.
Vivimos hasta el limite
de nuestros cuerpos.
La energía no se crea ni se destruye, se convierte en
cualquiera de tus orgasmos.
Me gustaría rectificar.
Haberte dicho “quédate” cuando te dije “vuelve mañana”, o
“soy un completo gilipollas y un orgulloso, cariño, se me da fatal hablar de
amor” cuando te dije “adiós”.
No supimos arreglarnos a tiempo, porque sucede que nosotros
ya estábamos rotos mucho antes de que lo nuestro empezase a venirse abajo.
No supimos superar algunas fotografías, fue eso.
A lo mejor nos quisimos queriendo ser tiritas para el otro.
Tu querias curarme y yo quería no hacerte daño, pero las
nuestras fueron como esas propuestas electorales que nunca se cumplen.
Papel
mojado encima de la mesa.
Y creo que vamos a ir tropezando asi, hasta que encontremos
a alguien que nos de una buena hostia y seguidamente nos abrace.
No sabemos querer, solo desear que alguien nos quiera.
Estamos demasiado rotos para saber quedarnos sin tener la
sensación de que nos vamos a quedar solos en cualquier momento.
Ojala nos rescaten pronto.
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