Le gustaba mucho el tema del automovilismo, le apasionaba todo lo relacionado con el mundo del motor.
Se saco el carné y el día de su 18 cumpleaños un regalo muy especial le esperaba.
Sus padres habían hecho un gran esfuerzo económico y le regalaron un coche. A el le encanto el regalo, era el coche de sus sueños, el mejor regalo que le habían hecho en su vida.
El fin de semana siguiente, cogió el coche y se fue con sus amigos de fiesta y, como todo joven, bebieron.
Cuando regresaban todos habían bebido, incluido el conductor, por la locura del momento y por el estado de embriaguez, ni siquiera llevaban puesto el cinturón de seguridad.
De repente, se saltaron una señal de STOP y un camión se les cruzo en su camino, arrastrando el coche a 50 metros, dando unas cuantas vueltas de campana.
Los chavales quedaron inconscientes y cuando despertaron estaban tumbados en la cama de un hospital.
Los acompañantes sufrieron heridas leves y pudieron ser pronto dados de alta, pero el conductor, tuvo peor suerte y, a partir del accidente, sus piernas dejaron de moverse y tuvo que acostumbrarse a vivir postrado en una silla de ruedas el resto de su vida.
Se dio cuenta del gran error que había cometido y que podría haberle costado la vida a el y a sus amigos y, por eso, decidió, desde su silla de ruedas, ayudar a concienciar a otros jóvenes de su responsabilidad con el alcohol al volante.
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